14 julio 2012

el bueno el malo el crimen el pueblo

Un crimen no necesariamente debe ser resuelto por una autoridad moral. El sheriff de una pequeña ciudad no tiene el currículo más limpio que te puedas imaginar y las relaciones tormentosas del pasado pueden convertirse en la mejor alianza necesaria para atrapar al asesino.

Películas que nos enseñan lo más profundo de las entrañas de América, la América de Méjico, de los USA y de Canadá. Una tierra donde el horizonte está tan lejano y el paisaje ocupa tanto espacio, que ningún plano, por profundo que sea, llegará nunca a abarcar la enormidad en la que se desarrollan los nefastos hechos que nos relatan.

Me gustaría hermanar en este artículo tres películas que han sido pequeñas en cuanto a lo que la cartelera se refiere (menos de un mes en los cines) pero que han acertado cada una de ellas en retratar la justicia arbitraria que fascina al género cinematográfico que el destino ha elegido como vástago del padre negro y la madre western.

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Winter's bone (2010) no llegó a satisfacer mis expectativas, pero admito que la elección del sujeto y el tratamiento fueron muy acertados. Una muchacha responsable de sus dos hermanos pequeños y su madre retrasada, intenta buscar a su desaparecido padre; fugitivo y enredado en un crimen, al parecer relacionado con la preparación de crystal meth y un asesinato en algún lugar del norte del Sur (unas montañas llamadas Ozarks, en Missouri). La protagonista pronto se encuentra entre la presión de la justicia ejercida por la policía y otro tipo de justicia que tiene que ver más con la venganza y que curiosamente, procede de las mujeres del lugar.

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Stellet licht (Silent light, 2007) es una película fronteriza, entre el crimen y la costumbre, entre el pecado y la salvación, entre este mundo y el más allá. El director mejicano Carlos Reygadas nos presenta una comunidad de menonitas cerca de la frontera con los USA. Familias que viven sin las "comodities" del mundo contemporáneo y se pasan sus días cuidando de la numerosa descendencia y del ganado y de despedir a sus muertos. Pocas elecciones parecen tener que tomar durante una vida rutinaria que empieza mucho antes de que salga el sol. Y sin embargo esta película se centra en el efecto de una decisión tomada en la dirección opuesta al camino definido por la comunidad.

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Small Town murder Songs (2010, estrenada este año) nos aleja del calor de Méjico y nos traslada a una pequeña población en Ontario (entre las ciudades de London y Hanover). Sin embargo, abandona el acento característico de Missouri y lo intercambia por el idioma Plattdeutsch, similar al de la película anterior. Nuevamente se trata de tantear la delgada línea entre integridad y despego de las reglas morales infligidas por la familia y la ley. El jefe de policía de una ciudad donde todo el mundo se conoce se enfrenta al primer asesinato de su carrera. Indicios de violencia asoman por ambas partes de la historia: el pasado del protagonista, que conocemos a través de tímidos y sesgados planos introducidos durante pocos segundos de la película; y el cruento asesinato, cuyos detalles son del todo omitidos pero en todo momento conscientes en la mente del espectador. Indicios que contrastan con la espiritualidad de la comunidad que los acogen.

Las tres películas coinciden y aciertan al transmitir la información al espectador de manera implícita, con una voz muy suave, casi en formato sugerencia. Cuánto mayores son las atrocidades que nosotros solos podemos imaginarnos de este modo. Las tres películas, recuerdan aunque ya distan del modo pionero que eligiera Capote para relatar los escalofriantes acontecimientos que sacudieron Holcomb, Kansas en 1959. La violencia que surge de un arrebato de ira en el lugar más anónimo y local que te puedes imaginar; en un envoltorio bello y poético. Un paisaje, la banda sonora o incluso la lluvia bastan para convertir al retoño de los géneros más ásperos del cine clásico, en mi opinión, en la manera más interesante de hacer cine actualmente.

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