25 octubre 2013

la generación blanco y negro

Por un breve instante volvió el blanco y negro a la pantalla. Pero no el blanco y negro de un ciclo retrospectivo de cine de los años cuarenta, sino el blanco y negro que en su día Wim Wenders reanimó de entre los muertos con "El cielo sobre Berlín" (1987) y ya antes el Maestro Woody Allen con "Broadway Danny Rose" (1984). Noah Baumbach y Greta Gerwig han podido haber confeccionado lo que a mi parecer es la voz de una generación y no lo digo esto desde una perspectiva cinéfilo-filantrópica, más bien lo digo bajo la perspectiva de esa generación. Si la historia del cine me dará la razón, únicamente el tiempo lo dirá.

Bruno Ganz y Peter Falk delante de un Imbiss
En el Düsseldorf del 68 Wenders pertenecía a una generación de alemanes nacidos tras una guerra que destruyó todo y crecidos en un lugar extraño, la reconstrucción, la presencia de los americanos, la ignorancia del pasado más próximo… sin duda un tiempo único y definitorio en el momento de hacerse mayor. Puede que por ello esta generación haya tardado más en crecer y no hasta los 40 busca Bruno Ganz respuestas a preguntas hacia su propia identidad en una estrella del cine americana (interpretada por Peter Falk).

Que Woody Allen creció en el mundo de su propia imaginación ya nos lo viene demostrando desde Bananas (1971), pero es Danny Rose quien intenta ganarse la vida como representante de bailarines de claqué cojos.

Danny Rose convenciendo
La fantasía que caracteriza la filmografía de estos dos cineastas no es fantasia SFX, sino la fantasía que nace de la imaginación, lamentablemente no caracteriza el cine de mi generación. Ahora nos toca hacernos mayores sin los surrealismos de Buñuel, ni la irresponsabilidad juerguista de John Huges.

Para Frances el final de los estudios y el camino hacia su sitio en la vida viene principalmente motivado por la decisión de su amiga del alma y compañera de piso durante la carrera, de mudarse con su novio… de repente el trabajo que ayudaba a completar la beca familiar no paga el alquiler, ni las conversaciones después de una fiesta ayudan a cumplimentar los papeles de declaración de la renta, el trabajo voluntario no reporta contactos suficientemente productivos y las borracheras aportan únicamente las miradas avergonzadas de los comensales que te acompañan. Por mucho que Frances con 30 años se aferre a su vida anterior es la vida quien la pone en su sitio y no es el que ella se había imaginado. Las buenas noticias es que resulta que es su sitio y el hecho de llegar a el sin estrategia ni premeditación, es el correcto, el que tiene que ser.

Frances se hace mayor
Frances, Greta y yo tenemos algo en común a parte de 1983, me gustaría saber qué es de sus vidas y que les va bien, porque así sabré que a mi también me irá bien.

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